lunes, 6 de agosto de 2012

Corrientes de pensamiento: el fascismo


Tras la Primera Guerra Mundial, la convulsionada situación de Italia favorece el ascenso de un nuevo líder, Benito Mussolini, y con él un movimiento ultranacionalista: el fascismo.

Benito Mussolini (1883-1945), jefe de gobierno y dictador de Italia (1922-1943) es el fundador del fascismo italiano.

Mussolini, nacido el 29 de julio de 1883, era hijo de un herrero y tuvo una formación autodidacta, trabajando como maestro y periodista en el norte de Italia.
En 1900 ingresa al Partido Socialista y dirige el periódico "Avanti!", órgano oficial del partido. Cuando estalla la Primera Guerra Mundial en 1914, la reacción inicial de Mussolini fue denunciar el carácter imperialista del conflicto desde una posición neutral, pero no tardó en cambiar de opinión y reclamar la intervención de Italia en apoyo de los aliados. Fue expulsado del Partido Socialista y fundó en octubre de 1914 su propio diario en Milán, Il Popolo d’Italia, que más tarde se convertiría en el órgano oficial del Partido Nacional Fascista.
En el turbulento ambiente del Milán de la posguerra (1919) Mussolini fundó los Fascios Italianos de Combate.
El "fascio de combattimento" era un nombre proveniente del símbolo de autoridad de la antigua Roma, llamado "fasces" y representado por un manojo de ramas atadas a un hacha. Este movimiento de carácter nacionalista, antiliberal y antisocialista consiguió el apoyo de amplias capas de la sociedad. Su actividad se extendió por las zonas rurales, donde sus milicias de Camisas negras conseguían el respaldo de los terratenientes mientras atacaban a las ligas de campesinos y a las asociaciones socialistas. En un alarde de oportunismo, el fascismo abandonó su talante republicano para ganarse la confianza del Ejército y de la monarquía.
El 29 de octubre de 1922, un día después de que los fascistas realizaran la denominada ‘marcha sobre Roma’, el rey Víctor Manuel III invitó a Mussolini a formar el gobierno.
En 1926, el Duce (voz italiana que, en español, significa ‘jefe’, y título adoptado por Mussolini hacia 1924) había transformado el país en un régimen unipartidista y totalitario basado en el poder del Gran Consejo Fascista,  y respaldado por las milicias de seguridad nacional. Suprimido el Parlamento, creó la Cámara de los Fascios y de las Corporaciones, con un mero carácter consultivo. Dentro del nuevo ‘Estado corporativo’, los empresarios y los trabajadores se organizaban en grupos controlados por el partido que representaban a los distintos sectores de la economía. Se mantuvo el sistema capitalista y se incrementaron los servicios sociales, pero se abolieron los sindicatos independientes y el derecho a la huelga. Los Pactos de Letrán, firmados con el Vaticano en 1929, terminaron con el conflicto que había enfrentado a la Iglesia y el Estado italiano desde 1870. Otro de los legados perdurables del fascismo fue la creación de un sistema de holdings industriales (sociedades que controlan a otras compañías) financiado por el Estado.
Fascismo
El fascismo constituye una doctrina y un movimiento político  que pretende la estricta reglamentación de la existencia nacional e individual de acuerdo con ideales nacionalistas y a menudo militaristas; los intereses contrapuestos se resuelven mediante la total subordinación al servicio del Estado y una lealtad incondicional a su líder.
El fascismo basa sus ideas y formas en el conservadurismo extremo, y adopta en general la forma de dictaduras. Hace hincapié en el nacionalismo, pero su llamamiento ha sido internacional.
Surgió con fuerza por primera vez en distintos países entre 1919 y 1945, sobre todo en Italia, Alemania y España. En un sentido estricto, la palabra fascismo se aplica para referirse sólo al partido italiano que, en su origen, lo acuñó, pero se ha extendido para aplicarse a cualquier ideología política comparable. Del mismo modo, Japón soportó durante la década de 1930 un régimen militarista que presentaba fuertes características fascistas. Los regímenes fascistas también existieron en periodos variables de tiempo en muchos otros países. Incluso democracias liberales como las de Francia e Inglaterra tuvieron movimientos fascistas importantes durante las décadas de 1920 y 1930. Después de la derrota de las potencias del Eje Roma-Berlín-Tokio en la Segunda Guerra Mundial, el fascismo sufrió un largo eclipse, pero en los últimos tiempos ha reaparecido de forma más o menos abierta en las actuales democracias occidentales, sobre todo en Francia y en Italia.
Las doctrinas fascistas
Antes de la Primera Guerra Mundial, algunos escritores, entre ellos el famoso poeta italiano Gabriele D’Annunzio, y los pensadores franceses Georges Sorel, Maurice Barrès, Charles Maurras y el conde Joseph de Gobineau, expresaron ideas fascistas. Todos ellos se opusieron a los valores de la Ilustración de individualismo, democracia y racionalismo secular; y, en conjunto, sus ideas han sido presentadas como una reacción a estos valores que fueron representados por la Revolución Francesa.
El libro italiano "Fascisti" respondió a los ideales revolucionarios de "libertad, igualdad, fraternidad" con la exhortación "¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!". En general, veneraban la fuerza: la heroica voluntad del gran líder, la fuerza vital del Estado, la mística de los uniformes y formaciones paramilitares, y la utilización de la violencia para afianzar y fomentar el poder político.
La filosofía de Friedrich Nietzsche, manipulada de forma artera por la mayoría de los fascistas, facilitó ideas y consignas poderosas al fascismo, sobre todo "el triunfo de la voluntad" y el símbolo del "superhombre". Algunos fascistas recurrieron al cristianismo como una fuerza conservadora, mientras otros rechazaban la moralidad cristiana por reprimir la voluntad. Muchos tomaron ideas del darwinismo social sobre la lucha competitiva en y entre los estados y sobre la obligación evolutiva que tiene el fuerte de aplastar al débil: esas ideas a menudo implicaban racismo. La mayoría de los teóricos fascistas abrazó el nacionalismo extremo que, en algunos casos (Gobineau, Barrès, Maurras) incluía el antisemitismo. Como parte de su antirracionalismo, algunos propusieron un culto místico a la tradición y al Estado.
La "batalla por los nacimientos" de Benito Mussolini simbolizó la visión fascista del papel de la mujer, como pilar pasivo del hogar y madres de futuros miembros de las fuerzas armadas. "La mujer -escribió el fascista italiano Ferdinando Loffredo- debe volver bajo el sometimiento del hombre, padre o esposo, y debe reconocer por lo tanto su propia inferioridad espiritual, cultural y económica". Uniendo el feminismo militante con el marxismo y la lucha de clases, los fascistas hicieron un llamamiento a la reconciliación entre los sexos así como entre las clases sociales, pero en términos machistas. Pierre Drieu La Rochelle, escritor francés que más tarde hizo una apología de la ocupación nazi, condenó el feminismo por ser una "doctrina perniciosa" y afirmó que las mujeres, carentes de las cualidades espirituales de los hombres, eran una fuente de decadencia. A pesar de esto, muchas mujeres han apoyado el fascismo, como Alessandra Mussolini, nieta de Mussolini, figura destacada del partido neofascista italiano Alianza Nacional.
La desarticulación económica después de la Primera Guerra Mundial y la amenaza del comunismo surgido de la Revolución Rusa de 1917, provocaron el resurgimiento del fascismo como una importante fuerza política. Fuertes sentimientos de agravio por la derrota, o por una victoria no recompensada de un modo conveniente, en la Primera Guerra Mundial, crearon el soporte para futuras aventuras militares. El fascismo consiguió apoyo en todos los sectores de la sociedad, pero con especial intensidad entre los miembros de la clase media que temían la amenaza de la revolución comunista, de los empresarios que tenían temores similares, de los veteranos de guerra que no habían conseguido adaptarse a la vida civil, y de violentos jóvenes descontentos.

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