martes, 7 de agosto de 2012

La vestimenta: de una necesidad a un producto de consumo


La vestimenta, que se desarrolló en un principio para protegerse o adaptarse al medio ambiente, con la llegada de la Revolución Industrial comenzó a transformarse en un producto de consumo a nivel masivo. A partir de la Primera Guerra Mundial, y después de cinco siglos, reapareció la silueta natural de la mujer con la posibilidad de dejar ver las piernas.

Probablemente la ropa se desarrolló en un principio para protegerse o adaptarse al medio ambiente. En climas cálidos la ropa tradicional masculina y femenina es una indumentaria suelta y drapeada tipo saya.
En los países árabes y africanos esta ropa suelta adopta la forma de túnica. Los habitantes de climas muy cálidos es raro que lleven ropas de más de dos capas. En los climas fríos es tradicional llevar vestidos cosidos y ajustados de varias capas para conservar mejor el calor del cuerpo. Estas dos tradiciones no se diferencian de forma clara al incluir ambas una capa exterior de abrigo como protección contra los elementos climáticos.
En la cultura occidental la interacción entre estos dos estilos ha dado lugar a una historia del vestido más variada que en otras partes del mundo. En el mundo no occidental se ha mantenido la tradición antigua hasta la reciente llegada de la era industrial occidental y, con ella, su forma de vestir.
Hasta hace algunos siglos solamente la aristocracia cambiaba de modo habitual su forma de vestir, mientras que la indumentaria del pueblo permanecía prácticamente invariable. 
Por otra parte, la historia del vestido ha podido reconstruirse en gran parte gracias a retratos, por lo general de personalidades que intentaban dejar constancia de su importancia posando con sus mejores y más impresionantes atuendos. Pero incluso entre la clase alta los vestidos eran lo suficientemente caros como para merecer ser cuidados, modificados y reutilizados de generación en generación.
Los cambios radicales en la forma de vestir no eran frecuentes hasta que en los siglos XVIII y XIX la llegada de la Revolución Industrial abarató y simplificó la fabricación de telas y vestidos.
Las guerras y las revueltas sociales trajeron los últimos cambios radicales de la historia del vestido europeo.
En 1900, durante la "belle époque", el corsé ajustaba la cintura hasta quedar casi sin respiración. Los vestidos eran largos y ampulosos; y la máxima audacia era usar un generoso escote redondo y dejar los hombros al descubierto.
La lucha de la mujer contra las limitaciones sociales y políticas fue acompañada de la desaparición del corsé y de sus limitaciones físicas.
A partir de la Primera Guerra Mundial, y después de cinco siglos, reapareció la silueta natural de la mujer con la posibilidad de dejar ver las piernas. Durante la contienda, la incomodidad de trabajar con traje largo impuso un cambio y, como suele ocurrir con todos los cambios repentinos, el ajuste fue brutal, ya que a mediados de 1920 las faldas habían subido hasta la rodilla.
Fuera de la esfera de influencia de Europa occidental la forma de vestir tiende a ser tradicional y las pequeñas variaciones locales se deben a la influencia de conquistas o migraciones.
Cuando las culturas no occidentales entran en conflicto con las ideas occidentales, a menudo son las ropas tradicionales las que son sustituidas, como en el caso de la ropa precolombina en América Central y del Sur. Sin embargo en África, en Oriente Próximo y en el sur de Asia han sobrevivido muchos aspectos del traje tradicional y se aprecia la influencia, especialmente de las conquistas musulmanas, en la forma de vestir de diferentes áreas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te gusta el fútbol, entrá aquí: