sábado, 4 de agosto de 2012

Primera Guerra Mundial


El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, cometido en Sarajevo el 28 de junio de 1914, transformó la controversia localizada en el Imperio Austro-Húngaro y Serbia, en el primer  enfrentamiento armado a escala mundial.
Inicios del conflicto
El conflicto militar que comenzó el 28 de julio de 1914 como un enfrentamiento localizado en el Imperio Austro-Húngaro y Serbia se transformó en un enfrentamiento armado a escala europea cuando se extendió a Rusia el 1 de agosto de 1914, y finalmente pasó a ser una guerra mundial, en la que participaron 32 naciones.
Veintiocho de ellas, denominadas ‘aliadas’ o ‘potencias asociadas’ entre las que se encontraban Gran Bretaña, Francia, Rusia, Italia y Estados Unidos, lucharon contra la coalición de los llamados Imperios Centrales, integrada por Alemania, Austria-Hungría, el Imperio Otomano y Bulgaria.
La causa inmediata del inicio de las hostilidades entre Austria-Hungría y Serbia fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, heredero del trono austro-húngaro, cometido en Sarajevo (Bosnia, entonces parte del Imperio Austro-Húngaro; en la actualidad Bosnia) el 28 de junio de 1914 por el nacionalista serbio Gavrilo Princip. No obstante, las causas profundas del conflicto remiten a la historia europea del siglo XIX, concretamente a las tendencias económicas y políticas que imperaron en Europa desde 1871, año en el fue fundado y emergió como gran potencia el II Imperio Alemán.
Las causas de la guerra
Los verdaderos factores que desencadenaron la Primera Guerra Mundial fueron la rivalidad económica y política entre las distintas naciones y el proceso de militarización y de vertiginosa carrera armamentística que caracterizó a la sociedad internacional durante el último tercio del siglo XIX, a partir de la creación de dos sistemas de alianzas enfrentadas. A dichos elementos se sumó el intenso espíritu nacionalista que se extendió por Europa a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX.
El nacionalismo
La Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas habían difundido por la mayor parte del continente europeo el concepto de democracia, extendiéndose así la idea de que las poblaciones que compartían un origen étnico, una lengua y unos mismos ideales políticos tenían derecho a formar estados independientes. Sin embargo, el principio de la autodeterminación nacional fue totalmente ignorado por las fuerzas dinásticas y reaccionarias que decidieron el destino de los asuntos europeos en el Congreso de Viena (1815).
Muchos de los pueblos que deseaban su autonomía quedaron sometidos a dinastías locales o a otras naciones. Por ejemplo, los estados alemanes, integrados en la Confederación Germánica, quedaron divididos en numerosos ducados, principados y reinos de acuerdo con los términos del Congreso de Viena; Italia también fue repartida en varias unidades políticas, algunas de las cuales estaban bajo control extranjero; los belgas, flamencos y franceses de los Países Bajos austriacos quedaron supeditados al dominio holandés por decisión del Congreso.
Las revoluciones y los fuertes movimientos nacionalistas del siglo XIX consiguieron anular gran parte de las imposiciones reaccionarias acordadas en Viena. Bélgica obtuvo la independencia de los Países Bajos en 1830; la unificación de Italia fue culminada en 1861, y la de Alemania en 1871. Sin embargo, los conflictos nacionalistas seguían sin resolverse en otras áreas de Europa a comienzos del siglo XX, lo que provocó tensiones en las regiones implicadas y entre diversas naciones europeas. Una de las más importantes corrientes nacionalistas, el paneslavismo, desempeñó un papel fundamental en los acontecimientos que precedieron a la guerra.
El imperialismo
El espíritu nacionalista también se puso de manifiesto en el terreno económico. La Revolución Industrial, iniciada en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII, en Francia a comienzos del XIX y en Alemania a partir de 1870, provocó un gran incremento de productos manufacturados, por lo que estos países se vieron obligados a buscar nuevos mercados en el exterior.
El área en la que se desarrolló principalmente la política europea de expansión económica fue África, donde los respectivos intereses coloniales entraron en conflicto con cierta frecuencia. La rivalidad económica por el dominio del territorio africano entre Francia, Alemania y Gran Bretaña estuvo a punto, desde 1898 hasta 1914, de provocar una guerra en Europa en varias ocasiones.
Como consecuencia de estas tensiones, las naciones europeas adoptaron medidas tanto en política interior como exterior entre 1871 y 1914 que, a su vez, aumentaron el peligro de un conflicto; mantuvieron numerosos ejércitos permanentes, que ampliaban constantemente mediante reclutamientos realizados en tiempo de paz, y construyeron naves de guerra de mayor tamaño.
Gran Bretaña, influida por el desarrollo de la Armada alemana, que se inició en 1900, y por el curso de la Guerra Ruso-japonesa, modernizó su flota bajo la dirección del almirante sir John Fisher. El conflicto bélico que tuvo lugar entre Rusia y Japón había demostrado la eficacia del armamento naval de largo alcance. Los avances en otras áreas de la tecnología y organización militar estimularon la constitución de estados mayores capaces de elaborar planes de movilización y ataque muy precisos, integrados a menudo en programas que no podían anularse una vez iniciados.
Los dirigentes de todos los países tomaron conciencia de que los crecientes gastos de armamento desembocarían con el tiempo en quiebras nacionales o en una guerra; por este motivo se intentó favorecer el desarme mundial en varias ocasiones, especialmente en las Conferencias de La Haya de 1899 y 1907. Sin embargo, la rivalidad internacional había llegado a tal punto que no fue posible alcanzar ningún acuerdo efectivo para decidir el desarme internacional.
De forma paralela al proceso armamentístico, los estados europeos establecieron alianzas con otras potencias para no quedar aisladas en el caso de que estallara una guerra. Esta actitud generó un fenómeno que, en sí mismo, incrementó enormemente las posibilidades de un conflicto generalizado: el alineamiento de las grandes potencias europeas en dos alianzas militares hostiles, la Triple Alianza, formada por Alemania, Austria-Hungría e Italia, y la Triple Entente, integrada por Gran Bretaña, Francia y Rusia. Los propios cambios que se produjeron en el seno de estas asociaciones contribuyeron a crear una atmósfera de crisis latente por la cual el periodo fue denominado de la ‘paz armada’.
Las crisis anteriores a la guerra (1905-1914)
Al encontrarse Europa dividida en dos sistemas de alianzas hostiles, cualquier alteración de la situación política o militar en Europa, África o en cualquier otro lugar provocaría un incidente internacional.

Desde 1905 hasta 1914 tuvieron lugar varias crisis internacionales y dos guerras locales, y todos ellas estuvieron a punto de desencadenar una guerra general en Europa.
El primer conflicto se produjo en Marruecos, donde Alemania combatió en 1905 y 1906 para apoyar al país en su lucha por la independencia y para evitar el dominio del área por Francia y España. Francia amenazó a Alemania con declararle la guerra, pero el incidente se solucionó finalmente en una conferencia internacional celebrada en Algeciras (España) en 1906.
Los Balcanes fueron el escenario de un nuevo enfrentamiento en 1908, motivado por la anexión de Bosnia-Herzegovina por parte de Austria-Hungría. Entre los distintos tipos de paneslavismo se encontraba el panserbianismo o movimiento para la creación de una Gran Serbia, uno de cuyos objetivos era que esta región adquiriera la zona meridional de Bosnia, por lo que los serbios amenazaron a Austria con declararle la guerra. No se inició ninguna campaña debido a que los serbios no podían emprender la lucha sin el apoyo de Rusia, y ésta no se encontraba en condiciones de intervenir en la contienda.
En 1911 estalló una nueva crisis en Marruecos, cuando el gobierno alemán envió un buque de guerra a Agadir en protesta por los intentos franceses para conseguir la supremacía en esta zona. Hubo amenazas de guerra por ambas partes, pero el conflicto se solventó en la Conferencia de Agadir.
Italia, aprovechando la preocupación de las grandes potencias por la cuestión marroquí, declaró la guerra al Imperio otomano en 1911, con la esperanza de poder anexionarse la región de Tripolitania, situada al norte de África. Dado que Alemania se había visto obligada a entablar relaciones amistosas con el Imperio otomano a causa de su política de Drang nach Osten (‘Expansión hacia el Este’), el ataque de Italia debilitó a la Triple Alianza y alentó a sus enemigos.
Las Guerras Balcánicas de 1912-1913 aumentaron el interés de Serbia por obtener el control de las áreas del Imperio Austro-Húngaro habitadas por pueblos eslavos, agudizó el recelo del Imperio Austro-Húngaro hacia los serbios y generó en Bulgaria y el Imperio otomano un deseo de revancha tras su derrota en dichos conflictos.
Alemania, irritada por el hecho de que el Imperio otomano hubiera perdido sus territorios en Europa como consecuencia del conflicto balcánico, formó un Ejército más numeroso. Francia respondió con la ampliación del servicio militar obligatorio de dos a tres años en tiempo de paz. Las demás naciones europeas siguieron el ejemplo de estas potencias y asignaron en 1913 y 1914 enormes cantidades al presupuesto destinado a gastos militares.

El asesinato del archiduque austriaco tuvo una repercusión catastrófica en una Europa armada y desgarrada por las rivalidades nacionales.
El gobierno austro-húngaro, que consideraba que el asesinato había sido obra del movimiento de la Gran Serbia, decidió suprimir esta agrupación enviando una expedición militar a Serbia. El 23 de julio, Austria-Hungría envió un ultimátum a Serbia que contenía diez condiciones concretas, la mayoría de las cuales estaban relacionadas con la eliminación de la propaganda antiaustriaca en Serbia. Ésta, alentada por Gran Bretaña y Rusia, aceptó las exigencias austro-húngaras salvo dos de ellas el 25 de julio, pero Austria replicó que la respuesta serbia no era satisfactoria. Los rusos intentaron convencer a Austria para que modificara los términos exigidos, y declararon que si los austriacos atacaban Serbia, ellos se movilizarían contra Austria. El ministro de Asuntos Exteriores británico, sir Edward Grey, primer vizconde Grey de Fallodon, propuso el 26 de julio que Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia se reunieran en una conferencia para arbitrar en la disputa austro-serbia, pero Alemania declinó dicha oferta.
Las declaraciones de guerra
Austria declaró la guerra a Serbia el 28 de julio, ya fuera porque creía que Rusia no llegaría a unirse a Serbia o porque estaba dispuesta a correr el riesgo de un conflicto europeo general con tal de poner fin al movimiento nacionalista serbio. Rusia respondió movilizándose contra Austria. Alemania advirtió a Rusia de que si persistía en su actitud le declararía la guerra, y consiguió que Austria accediera a discutir con Rusia una posible modificación del ultimátum enviado a los serbios. No obstante, Alemania insistió en que los rusos retiraran sus tropas inmediatamente. Rusia se negó a hacerlo y Alemania le declaró la guerra el 1 de agosto.
Los franceses comenzaron la movilización de sus fuerzas ese mismo día; las tropas alemanas cruzaron la frontera de Luxemburgo el 2 de agosto y Alemania declaró la guerra a Francia al día siguiente. El día anterior, el gobierno alemán había informado al gobierno belga de su intención de marchar sobre Francia cruzando Bélgica, a fin de evitar que los franceses utilizaran esta ruta para atacar Alemania. Las autoridades belgas se negaron a permitir el paso por su territorio de las tropas alemanas y recurrieron a los países firmantes del Tratado de 1839 -en el que se garantizaba la neutralidad de Bélgica en el caso de un conflicto en el que estuvieran implicados Gran Bretaña, Francia y Alemania- para que se cumpliera lo establecido en dicho acuerdo. Gran Bretaña, uno de los países signatarios del Tratado de 1839, envió un ultimátum a Alemania el 4 de agosto en el que se exigía que se respetara la neutralidad de Bélgica; Alemania rechazó la petición y el gobierno británico le declaró la guerra ese mismo día. Italia permaneció neutral hasta el 23 de mayo de 1915, cuando rompió su pacto con la Triple Alianza para satisfacer sus aspiraciones territoriales y declaró la guerra a Austria-Hungría. La unidad de los aliados se fortaleció en septiembre de 1914 a través del Pacto de Londres, firmado por Francia, Gran Bretaña y Rusia. A medida que avanzaba la contienda, fueron sumándose al conflicto países como el Imperio otomano, Japón, Estados Unidos y otras naciones del continente americano. Japón, que había firmado una alianza con Gran Bretaña en 1902, declaró la guerra a Alemania el 23 de agosto de 1914, y el 6 de abril de 1917 lo hizo Estados Unidos.
1914-1915: la guerra de trincheras
Las operaciones militares comenzaron a desarrollarse en Europa en tres frentes: el occidental o franco-belga, el oriental o ruso y el meridional o serbio.
El Imperio otomano intervino en noviembre de 1914 como aliado de los Imperios Centrales, por lo que la lucha se extendió al estrecho de los Dardanelos y a Mesopotamia.
A finales de 1915 se habían abierto dos nuevos frentes: el austro-italiano, después de que Italia entrase en la guerra en apoyo del bando aliado (es decir, el bando enfrentado a los denominados Imperios Centrales) en mayo de 1915, y el de la frontera griega situada al norte de Salónica, tras adherirse en octubre de 1915 Bulgaria a la causa de los Imperios Centrales.
El frente occidental 
 El plan inicial de la estrategia alemana era derrotar a Francia en el oeste en poco tiempo, mientras una pequeña parte del Ejército alemán y todas las fuerzas austro-húngaras contenían la invasión rusa que se esperaba por el este. Se confiaba en vencer a Francia rápidamente gracias a la estrategia de la ‘guerra relámpago’ contenida en el Plan Schlieffen, elaborado por el conde Alfred von Schlieffen, jefe del Estado Mayor alemán desde 1891 hasta 1907.
El proyecto previsto era el siguiente: las tropas alemanas debían conquistar Bélgica, rodear a los franceses mediante movimientos veloces y, a continuación, cambiar de frente y derrotarlos de forma rápida y contundente. Cuando se aplicó este plan en el otoño de 1914 parecía haber sido un éxito. La veloz incursión de los alemanes a comienzos de agosto aniquiló al Ejército belga, que abandonó las plazas fuertes de Lieja y Namur y se refugió en la fortaleza de Amberes. Las tropas alemanas, que avanzaban a gran velocidad, derrotaron a los franceses en Charleroi y a la Fuerza Expedicionaria británica en Mons, lo que provocó la retirada de Bélgica de toda la línea aliada. Al mismo tiempo, los alemanes expulsaron a los franceses de Lorena, que había sido invadida, y les obligaron a retirarse de la frontera de Luxemburgo. Los contingentes británicos y franceses no tardaron en retroceder hasta el río Marne, pero tres ejércitos alemanes se dirigieron rápidamente hacia su posición, por lo que tuvieron que cruzarlo.
La caída de la capital francesa parecía tan inminente que el gobierno galo se trasladó a Burdeos. Sin embargo, una vez que los alemanes habían atravesado el Marne, los franceses, dirigidos por el general Joseph Joffre, rodearon París y atacaron al I Ejército alemán, bajo las órdenes del general Alexander von Kluck, situado a la derecha de los tres ejércitos que avanzaban hacia la capital francesa.
En la primera batalla del Marne, que se desarrolló desde el 6 hasta el 9 de septiembre, los franceses consiguieron detener al ejército de Kluck, que se había distanciado de las otras dos fuerzas alemanas y no pudo recibir refuerzos.
Además, los alemanes habían perdido una parte de sus tropas el 25 de agosto, cuando el jefe del Estado Mayor alemán, pensando que ya se había alcanzado la victoria en el frente occidental, envió seis de estas unidades al oriental. La presión francesa sobre el flanco derecho alemán obligó al ejército de Kluck a retirarse, y posteriormente todas las fuerzas alemanas retrocedieron hasta el río Aisne. Los franceses avanzaron e intentaron expulsar a los alemanes del territorio próximo a dicho río, lo que provocó las batallas del Aisne, del Somme y la de Arras. Sin embargo, no les fue posible desalojar a los alemanes de esta posición y éstos extendieron sus líneas al norte de Verdún.
Ambos contendientes intentaron entonces alcanzar el mar del Norte, donde se encontraban los puertos del canal. Los alemanes no pudieron alcanzarlo debido a que los belgas habían inundado la región del río Yser. La parte occidental de las líneas aliadas estaba ocupada por los británicos, que se hallaban ya en Ypres (situado en el extremo suroccidental de Bélgica) en la carrera hacia el Canal.
Los alemanes, después de tomar Amberes el 10 de octubre, intentaron atravesar las posiciones de los británicos en Bélgica, pero no pudieron cumplir su objetivo tras las batallas de Flandes.
En diciembre, los aliados lanzaron una serie de ofensivas a lo largo de todo el frente, desde Niewpoort por el oeste hasta Verdún en el este, pero no consiguieron conquistas territoriales significativas.
A finales de 1914, ambos bandos se encontraban atrincherados en sendas líneas que se extendían a lo largo de 800 kilómetros, desde Suiza hasta el mar del Norte. Apenas se produjeron cambios en este frente durante casi tres años.
Las batallas de Flandes representaron el final de la guerra de movimientos en el frente occidental.
Desde finales de 1914 hasta casi el final de la contienda, ésta se convirtió en una guerra de trincheras o de ‘desgaste’. El frente estaba formado por numerosas líneas paralelas de trincheras comunicadas y protegidas por alambres de púas y cada bando intentaba atravesar las líneas enemigas esporádicamente.
En términos generales, puede decirse que durante 1915 no se produjo ninguna modificación en las posiciones establecidas a finales de 1914.
 
El frente oriental 
Los rusos asumieron la ofensiva en el frente oriental desde el comienzo de la guerra, de acuerdo con los planes de los aliados.
En agosto de 1914, dos ejércitos rusos se adentraron en Prusia oriental y otros cuatro ejércitos invadieron la provincia austriaca de Galitzia. Tras una serie de victorias rusas, la evacuación de Prusia oriental parecía inminente; sin embargo, las tropas de refuerzo alemanas, dirigidas por el general Paul von Hindenburg, derrotaron definitivamente a los rusos en la batalla de Tannenberg, librada del 26 al 30 de agosto de 1914. Los cuatro ejércitos rusos que habían invadido territorio austriaco avanzaron incesantemente a través de Galitzia; conquistaron Przemysl y Bucovina, y se encontraban en situación de adentrarse en Hungría a finales de marzo de 1915. No obstante, una fuerza conjunta austro-alemana les hizo retirarse de la cordillera de los Cárpatos. En mayo, los ejércitos austro-alemanes iniciaron una gran ofensiva en la zona central de Polonia; hacia setiembre de 1915, habían conseguido expulsar a los rusos de Polonia y Lituania y tomado todas las fortalezas fronterizas de Rusia. Los rusos abandonaron Galitzia para hacer frente a la ofensiva; cuando ésta cesó, las líneas rusas se encontraban detrás del río Dvina, entre Riga y Daugavpils, y los alemanes se dirigieron hacia el río Dniéster.
Aunque los Imperios Centrales no realizaron ninguna operación decisiva en el frente oriental entre 1914 y 1915, Rusia había perdido tantos hombres y tal cantidad de suministros que a partir de ese momento no pudo emprender acciones importantes.
La guerra en Serbia
Los austriacos invadieron Serbia en tres ocasiones a lo largo de 1914 y fueron rechazados en todas ellas. El frente permaneció estabilizado hasta octubre de 1915, fecha en la que tropas británicas y francesas llegaron a Salónica gracias a un acuerdo establecido con el gobierno de Grecia, que se mantenía neutral; los aliados se anticiparon así a la entrada en el conflicto de Bulgaria en apoyo de los Imperios Centrales; su propósito era ayudar a Serbia, que sería el objetivo del ataque búlgaro. 
Cuando Bulgaria declaró la guerra a Serbia el 14 de octubre de 1915, las fuerzas aliadas se internaron en Serbia. Los búlgaros derrotaron al Ejército serbio y también a los británicos y franceses procedentes de Salónica. Asimismo, el 6 de octubre, las tropas austro-alemanas  lanzaron un fuerte ataque sobre Serbia desde Austria-Hungría.
A finales de 1915, los Imperios Centrales habían conquistado toda Serbia; las tropas serbias supervivientes se refugiaron en Montenegro, Albania y en la isla griega de Corfú, ocupada por los franceses en enero de 1916. Las tropas británicas y francesas que se encontraban en Serbia se retiraron a Salónica, posición en la que permanecieron preparados para nuevas acciones.
El frente otomano
El Imperio otomano entró en la guerra el 29 de octubre de 1914, fecha en la que sus naves colaboraron con las alemanas en el bombardeo naval de los puertos rusos del mar Negro; Rusia le declaró la guerra oficialmente el 2 de noviembre, y Gran Bretaña y Francia lo hicieron a su vez el 5 de noviembre.
Los turcos otomanos comenzaron la invasión de la zona rusa de la cordillera del Cáucaso en diciembre, pero el escaso territorio que conquistaron se vio reducido considerablemente en agosto de 1915. No obstante, la presión turca en esta región había obligado al gobierno ruso a solicitar a comienzos de 1915 que los británicos llevaran a cabo una maniobra de distracción en el estrecho de los Dardanelos. En respuesta, la fuerza naval británica bombardeó los fuertes turcos de los Estrechos en febrero de ese año, y entre abril y agosto se produjeron dos desembarcos de tropas aliadas en la península de Gallípoli; el primero, efectuado en abril, fue llevado a cabo por tropas británicas, australianas y francesas; en agosto acudieron más divisiones británicas. El objetivo de los aliados era conquistar los Dardanelos; sin embargo, la campaña de Gallípoli resultó un completo fracaso para las tropas aliadas, que en diciembre de 1915 y enero de 1916 se retiraron.
Mientras tanto, las fuerzas británicas de la India derrotaron a los turcos en varias batallas libradas en el valle de Mesopotamia durante 1914 y 1915, pero los turcos frenaron el avance de los británicos hacia Bagdad con la batalla de Ctesifonte y les obligaron a retirarse a Kutal-’Amara en noviembre de 1915. Las tropas otomanas sitiaron esta ciudad el 7 de diciembre.
El frente italiano
Italia declaró la guerra a Austria-Hungría el 23 de mayo de 1915. Los principales enfrentamientos militares que tuvieron lugar en el frente austro-italiano durante ese año fueron cuatro batallas libradas entre sus respectivos ejércitos en el río Isonzo. El objetivo de los ataques italianos era romper las líneas austriacas y conquistar Trieste.
1916: continúa la situación de estancamiento
El triunfo obtenido por los alemanes en 1915 al conseguir que los rusos retrocedieran en Prusia oriental, Galitzia y Polonia les permitió centrar sus operaciones en el frente occidental para intentar concluir en 1916 la campaña en esta zona.
El plan de los alemanes era lanzar un ataque sobre Verdún para conseguir debilitar a las derrotadas fuerzas de los franceses causando el mayor número de bajas posible.
El plan de los aliados en 1916 consistía en intentar romper las líneas de los alemanes en el oeste mediante una ofensiva masiva en la región del río Somme.
Los alemanes iniciaron la batalla de Verdún el 21 de febrero; tras una lucha encarnizada tomaron varios fuertes pero no lograron conquistar Verdún gracias a la defensa que de esta ciudad hizo el general Henri Philippe Pétain.
Debido a las numerosas bajas sufridas, los franceses redujeron su aporte a la ofensiva aliada del Somme, que comenzó el 1 de julio y se prolongó hasta mediados de noviembre, y cuya responsabilidad recayó sobre los británicos.
En la batalla del Somme, los británicos utilizaron por primera vez carros de combate modernos.
Los aliados lograron restablecer la situación existente antes del ataque alemán.
En el frente oriental, los rusos lanzaron una ofensiva con el propósito de obligar a los alemanes a trasladar sus tropas de Verdún a la región del lago Narocz, pero fracasó estrepitosamente.
Los italianos solicitaron que se llevara a cabo alguna acción para aliviar la presión de la ofensiva austriaca en la región de Trentino-Alto Adigio; los rusos, en respuesta a su petición, atacaron a los austriacos en un frente que se extendía desde el sur de Pinsk hasta Chernovtsi.
Hacia el mes de setiembre, cuando los numerosos refuerzos alemanes procedentes del frente occidental detuvieron el avance de los rusos, éstos habían hecho retroceder unos 65 km a las tropas austro-alemanas a lo largo de todo el frente y habían capturado alrededor de 500.000 prisioneros.
Pese a no conseguir tomar sus principales objetivos, las ciudades de Kovel y Lvov, el ataque ruso persuadió a Rumania para intervenir en la guerra en apoyo del bando aliado (27 de agosto de 1916). Rumania lanzó inmediatamente una invasión sobre la provincia austro-húngara de Transilvania, pero las fuerzas austro-alemanas expulsaron a los rumanos de la región. Estas tropas, junto con soldados búlgaros y turcos, invadieron Rumania, que a mediados de enero de 1917 había sido completamente conquistada, con lo que los Imperios Centrales se habían asegurado importantes reservas de trigo y petróleo.
La actividad en el frente italiano se centró en la quinta batalla del río Isonzo y en la ofensiva austriaca en el Trentino, cuyo objetivo era llegar hasta la retaguardia de la posición italiana en el Isonzo. Los austriacos conquistaron un territorio considerable en el Trentino, pero la contraofensiva de los italianos les permitió recuperar la mayor parte del terreno cedido.
En los Balcanes, las potencias aliadas interfirieron en la vida política de Grecia alegando que el gobierno griego, dirigido por el rey Constantino I, favorecía a los Imperios Centrales a pesar de su declarada neutralidad.
La intervención de los aliados provocó el establecimiento de un gobierno provisional en Salónica, presidido por Eleuterios Venizelos, que declaró la guerra a Alemania y Bulgaria el 3 de noviembre. El rey Constantino seguía ejerciendo el poder en Atenas y gran parte de Grecia, lo que generó conflictos con los aliados, que recurrieron al bloqueo de Grecia. Gran Bretaña reconoció oficialmente al gobierno provisional griego el 19 de diciembre.
Se produjeron dos contiendas en los Balcanes durante 1916.  Tras las primeras victorias, los aliados se vieron obligados a retroceder debido a un fuerte contraataque. Los aliados lanzaron una ofensiva a gran escala sobre Macedonia a principios de octubre; sus tropas capturaron Monastir (actual Bitola) y llegaron hasta el lago Ohrid (situado en la frontera entre Albania y Macedonia) a mediados de diciembre.
En Mesopotamia, Kutal-’Amara tomada por los turcos, fue reconquistada en 1917 por los británicos. En Arabia,se produce la rebelión del Hiyaz (en la actualidad Arabia Saudí) contra el dominio otomano, con apoyo de los británicos.
En 1916, Thomas Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos, país que en esos momentos era una potencia neutral, intentó que las naciones beligerantes entablaran negociaciones que condujeran a la paz. Como resultado de sus esfuerzos, el gobierno alemán comunicó a Estados Unidos en el mes de diciembre que los Imperios Centrales estaban dispuestos a iniciar las negociaciones de paz. Cuando Estados Unidos informó de esta noticia a los aliados, Gran Bretaña rechazó la oferta: Alemania no había establecido cláusulas concretas para la paz y en esos momentos Rumania acababa de ser conquistada por los Imperios Centrales. Finalmente, Wilson consiguió que cada uno de los bandos comunicara sus peticiones concretas, pero éstas resultaron ser irreconciliables.
1917: la entrada de Estados Unidos y la retirada de Rusia
La política de neutralidad estadounidense quedó modificada cuando Alemania anunció en enero de 1917 que a partir del 1 de febrero recurriría a la  guerra submarina sin restricciones contra la flota británica y todas las embarcaciones que se dirigieran a esta nación. Los expertos civiles y militares alemanes habían calculado que esta estrategia provocaría la derrota de Gran Bretaña en seis meses. Estados Unidos ya había expresado su fuerte oposición a la guerra submarina sin restricciones porque violaba sus derechos como potencia neutral, e incluso había amenazado a Alemania con la ruptura de relaciones diplomáticas si se llegaba a aplicar esta estrategia, de manera que interrumpió sus gestiones en favor de la paz. El 3 de febrero, Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con Alemania; varias naciones latinoamericanas, entre ellas Perú, Bolivia y Brasil, secundaron esta acción. Estados Unidos declaró la guerra a Alemania el 6 de abril.

Entre los ataques que emprendieron los aliados en el frente occidental durante 1917 destaca una batalla en Verdún, en la que los franceses consiguieron recuperar los territorios que habían perdido en los años anteriores, y la batalla de Cambrai, en la que los británicos atacaron con 400 tanques.
Ésta fue la primera acción de la historia militar en la que se utilizaron carros de combate a gran escala, y pudo haber concluido con la ruptura de las líneas enemigas de no ser por la falta de reservas de los atacantes, lo que provocó que los alemanes terminaran reconquistando el territorio cedido a los británicos.

Durante 1917 la guerra submarina alemana fracasó en su intento de provocar la rendición de Gran Bretaña mediante la destrucción de la flota aliada, de la que los británicos dependían para la obtención de alimentos y suministros. La campaña submarina alemana parecía eficaz en sus comienzos; hacia finales de 1916 los alemanes hundían mensualmente alrededor de 300 toneladas de embarcaciones británicas y aliadas en el Atlántico norte; la cifra ascendió a 875.000 toneladas en el mes de abril, por lo que los alemanes estaban seguros de conseguir la victoria en breve. Sin embargo, Gran Bretaña consiguió, desde el verano, restar eficacia a la estrategia alemana siguiendo varios métodos: adoptó un sistema de convoyes en el que las flotas mercantes eran protegidas por destructores y cazasubmarinos, utilizó hidroaviones para detectar a los submarinos y empleó cargas de profundidad para destruirlos. Al llegar el otoño, los alemanes comenzaron a perder numerosos submarinos, a pesar de que seguían hundiéndose una gran cantidad de barcos aliados. A su vez, las naciones aliadas, especialmente Estados Unidos, construían rápidamente nuevas embarcaciones. El intento alemán de poner fin al conflicto a través de la guerra submarina había fracasado.
Este año 1917 venía muy complicado en Rusia: la revolución terminó con el establecimiento de un gobierno provisional y la abdicación del zar Nicolás II. El nuevo régimen prosiguió con la guerra con éxito dispar, pero con la asunción de los bolcheviques se decide la retirada de Rusia del conflicto.Los representantes de Rusia, Austria y Alemania firmaron el armisticio el 15 de diciembre, con lo que cesó la lucha en el frente oriental.
En el frente italiano los aliados sufrieron varios reveses contra las fuerzas austríacas.
Los británicos intentaron conquistar Gaza (Palestina) en dos ocasiones durante 1917. Fue también este año cuando el coronel británico Thomas Edward Lawrence (más conocido como Lawrence de Arabia), dirigió la rebelión árabe contra los turcos; tras tomar la ciudad turca de al-Aqaba, sus tropas llevaron a cabo numerosos asaltos en la red ferroviaria del Hiyaz durante el resto del año. También vencieron los británicos en Mesopotamia; conquistaron Bagdad, y avanzadron hasta Ramadi, a orillas del río Éufrates, y Tikrit, a orillas del Tigris.
La Primera Guerra Mundial estimuló enormemente la fabricación de aeronaves, dirigibles, globos y aviones. Éstos últimos se utilizaban principalmente para dos tipos de misiones: la observación y el bombardeo. La exploración de los frentes de batalla fijos se llevaba a cabo mediante pequeños globos con cuerdas; los dirigibles servían para realizar reconocimientos en el mar, y los aeroplanos para sobrevolar las zonas costeras. Con respecto a las operaciones militares terrestres, los aeroplanos se empleaban para observar la disposición de las tropas y defensas del enemigo y bombardear sus líneas o a sus fuerzas cuando entraban en combate.
 1918: el final
Los primeros meses de 1918 no resultaron favorables para las potencias aliadas. Rusia firmó la Paz de Brest-Litovsk, por la que se ponía fin oficialmente a la guerra entre esta nación y los Imperios Centrales; Rumania firmó el Tratado de Bucarest, según el cual debía ceder la región de Dobrudja a Bulgaria, los pasos de la cordillera de los Cárpatos a Austria-Hungría y conceder a Alemania un arrendamiento a largo plazo de los pozos de petróleo rumanos.
Sin embargo, el resultado de la lucha en el frente de los Balcanes durante 1918 fue catastrófico para los Imperios Centrales. Una fuerza de unos 700.000 soldados aliados, compuesta por franceses, británicos, griegos, serbios e italianos, comenzó una ofensiva a gran escala contra las tropas alemanas, austriacas y búlgaras en Serbia. El éxito del ataque fue tal que a finales de mes los búlgaros estaban completamente derrotados y firmaron un armisticio con los aliados. Rumania volvió a intervenir en el conflicto en noviembre en favor de la causa aliada, apoyada por las tropas aliadas que habían entrado en el país tras la capitulación de Bulgaria. Los soldados serbios del Ejército aliado continuaron avanzando después de que se firmara la tregua con los búlgaros y ocuparon Belgrado el 1 de noviembre; el Ejército italiano invadió y ocupó Albania.
Tras una fallida ofensiva austriaca, los aliados obtuvieron la victoria definitiva en el frente italiano durante octubre y noviembre, cuando derrotaron a los austriacos en la batalla de Vittorio Veneto (del 24 de octubre al 4 de noviembre). Los italianos tomaron finalmente Trieste el 3 de noviembre y ocuparon Fiume (actual Rijeka) el 5 de noviembre.
La conmoción de la derrota provocó alzamientos revolucionarios en el Imperio Austro-Húngaro. Los checos y los eslovacos ya habían constituido en octubre un Estado independiente, Checoslovaquia; los eslavos del sur proclamaron su independencia y fundaron el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, que más tarde pasaría a denominarse Yugoslavia (actualmente Serbia y Montenegro).
Los húngaros etambién stablecieron un gobierno independiente. Las autoridades austro-húngaras establecidas en Viena firmaron un armisticio con los aliados el 3 de noviembre y Carlos I, el último emperador de los Habsburgo, abdicó días después; al día siguiente se proclamó la República de Austria.
Los aliados también pusieron fin a la guerra en el frente turco de forma satisfactoria en 1918. Según las condiciones establecidas, el Imperio otomano debía retirar sus ejércitos, romper relaciones con los Imperios Centrales y permitir a los buques de guerra aliados cruzar el estrecho de los Dardanelos.
El gobierno alemán inició las conversaciones con los aliados en octubre, pero éstas fracasaron cuando el presidente Wilson insistió en negociar únicamente con regímenes democráticos. Mientras tanto, los británicos realizaban importantes progresos en el norte de Francia y a lo largo de la costa belga, y las tropas francesas y estadounidenses llegaron a Sedan el 10 de noviembre. La Línea Hindenburg había sido completamente aniquilada a comienzos de este mes, y los alemanes se retiraban con rapidez de todo el frente occidental.
La derrota del Ejército alemán tuvo repercusiones en el interior del país que afectaron de forma muy negativa al gobierno establecido. La flota alemana se amotinó, el rey de Baviera fue destronado por un levantamiento y el emperador Guillermo II abdicó en noviembre y huyó a los Países Bajos. El día 9 de ese mismo mes se proclamó la República de Weimar en Alemania, cuyo gobierno envió una comisión para negociar con los aliados. A las cinco de la mañana del 11 de noviembre tuvo lugar en el bosque de Compiègne la firma del armisticio entre Alemania y los aliados; este documento estaba basado en las condiciones establecidas por los vencedores; esa misma mañana cesaron las hostilidades en el frente occidental.
Las fuerzas destacadas en las colonias alemanas de África y el océano Pacífico, a excepción de las que se encontraban en África oriental a finales de 1917 y durante 1918, fueron derrotadas con rapidez en unos casos y gradualmente en otros, pero prácticamente todas se habían rendido a los aliados hacia el final de la guerra.Cuando se firmó el armisticio en Europa en 1918, las tropas alemanas del África Occidental seguían aún luchando, a pesar de que la mayor parte de la colonia se encontraba en poder de los aliados. Lettow-Vorbeck se rindió tres días después de que se terminara la guerra en Europa.

En el Pacífico, una fuerza neozelandesa conquistó la zona alemana de Samoa en agosto de 1914, y los archipiélagos alemanes de Bismarck y Nueva Guinea fueron ocupados por tropas australianas en setiembre. Las fuerzas japonesas tomaron la fortaleza de Qingdao, un puerto alemán situado en la provincia china de Shandong, en noviembre de 1914, y las islas Marshall, las islas Marianas, el archipiélago de Palau y las islas Carolinas entre agosto y noviembre de ese año. Cuando la guerra terminó, Japón conservó Qingdao hasta 1922 y consiguió un mandato sobre las islas Marshall, Marianas, Palau y Carolinas.
De acuerdo con los términos del armisticio, los alemanes debían entregar a los aliados la mayor parte de su flota, compuesta por 10 acorazados, 17 cruceros, 50 lanchas torpederas y más de 100 submarinos
El Tratado de Versalles (1919), que puso fin a la guerra, estipulaba que todas las naves retenidas pasaban a ser propiedad de los aliados; los alemanes habían de entregar los restantes buques de guerra que se encontraran en su poder; además, el tamaño de la futura flota alemana quedaba drásticamente reducido. Como represalia ante estas condiciones, los alemanes hundieron el 21 de junio de 1919 sus propias naves de Scapa Flow.
Resumen de guerra
La Primera Guerra Mundial duró cuatro años, tres meses y catorce días.
El conflicto representó un costo de 186.000 millones de dólares para los países beligerantes.
Las bajas en los combates terrestres ascendieron a 37 millones, y casi diez millones de personas pertenecientes a la población civil fallecieron indirectamente a causa de la contienda.
A pesar de que todas las naciones confiaban en que los acuerdos alcanzados después del conflicto restablecerían la paz mundial sobre bases estables, las condiciones impuestas promovieron un conflicto aún más destructivo (que se inició en 1939 y que, no en vano, fue denominado Segunda Guerra Mundial).
Los Imperios Centrales aceptaron los catorce puntos elaborados por el presidente Wilson como fundamento del armisticio, esperando que los aliados los adoptaran como referencia básica en los tratados de paz. Sin embargo, la mayor parte de las potencias aliadas acudieron a la Conferencia de Paz de París (celebrada en Versalles) con la determinación de obtener indemnizaciones en concepto de reparaciones de guerra equivalentes al costo total de la misma y de repartirse los territorios y posesiones de las naciones derrotadas según acuerdos secretos. Durante las negociaciones de paz, el presidente estadounidense Wilson insistió en que la Conferencia de Paz de París aceptara su programa completo, pero finalmente desistió y se centró en conseguir el apoyo de los aliados para la formación de la Sociedad de Naciones.
 












Las potencias vencedoras permitieron que se incumplieran ciertos términos establecidos en los tratados de paz de Versalles, Saint-Germain-en-Laye, Trianon, Neuilly-sur-Seine y Sèvres, lo que provocó el resurgimiento del militarismo y de un nacionalismo agresivo en Alemania y desórdenes sociales en gran parte de Europa.

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